lunes, 6 de mayo de 2013

Los hinchas y su templo.


Hace algunos días se convocaron poco más de 4000 hinchas del Club Atlético Boca Juniors para oponerse al proyecto de su presidente, Daniel Angelici, de construir un nuevo estadio para el club, y dejar a la actual Bombonera como museo y escenario de grandes espectáculos.
Gente mayor, familias enteras y muchos jóvenes, con algo azul y oro, banderas en mano y el grito en sus gargantas, demostraban que querían su estadio y no otro. No piden un estadio inmenso, al estilo europeo. Sólo quieren que su casa sea remodelada. Piden a los dirigentes que hagan hasta lo imposible por comprar aquellas famosas manzanas de atrás de los palcos.
Boca merece un estadio donde la mayoría de su gente vaya a alentar al equipo. Pero no hay porqué hacer un estadio de las dimensiones que se hablan. La Bombonera necesita una renovación, donde queden de lado aquellos palcos multimillonarios, y donde continúe la mística por la que es conocida en todo el mundo.
Hoy el número de socios y adherentes está a punto de duplicar la capacidad del Alberto J. Armando. Pero la gente no quiere sacrificar su templo, “el patio de su casa” como repite Riquelme, por querer ir a la cancha. Con una buena organización, todos tendrían la posibilidad de ver a su equipo correr en aquel estadio que, como siempre se dijo, late.
La mística y el sentimiento no entienden de modernidades ni petrodólares. La estadística también le da la razón a la cancha de Brandsen 805 desde los resultados: Boca no perdió en el 85% de los casi 1700 partidos que disputó en ese estadio. Ese estadio elogiado en los medios internacionales, temido y admirado por adversarios (incluso de la vereda de enfrente, del clásico rival).
El escritor Eduardo Galeano dice en su libro El fútbol a sol y a sombra: “No hay nada menos vacío que un estadio vacío. No hay nada menos mudo que las gradas sin nadie. En la Bombonera de Buenos Aires, trepidan tambores de hace medio siglo. El estadio del rey Fahd, en Arabia Saudita, tiene palco de mármol y oro y tribunas alfombradas, pero no tiene memoria ni gran cosa que decir.”
“La Bombonera es Boca”, gritan los hinchas oponiéndose al cambio de casa. Porque la cancha es más que cemento, tiene vida propia. Y no quiere dejar de latir.

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