Tenés que llevarte
todo. No hay techos, ni paredes. Mucho menos luz. Buscás agua y leña en el día.
Guardás la mercadería en cajas y tendés la ropa en cordeles improvisados. Olvidate
del celular, porque señal no hay.
El sector cocina es el
piso con fuego, que seguramente tardarás un rato en encender. Una parrilla o un
disco. Para quienes no tienen experiencia, una garrafa con hornalla. Las sillas
son lonas o reposeras. La mesa, de día, es de madera o plástico. De noche y con
el frío, las piernas.
Las habitaciones son de
lona, verde, roja o del color que prefieran. Los colchones y bolsas de dormir
en el suelo, al quinto día, parecerán un somier. El placard más ordenado, es un
amontonamiento de pantalones, remeras y mayas, que no se sabe dónde comienza y
dónde termina cada uno. Los productos de higiene aparecen como arañas en el
medio de la noche. ¡Cuidado que no aparezca una de verdad!
Para llegar a ese
lujoso lugar, llamado Arenas Verdes, te encontrás con un largo camino de
tierra. Los médanos de arena, inmensos pero no verdes, se ven a lo lejos. El
monte aparece poco a poco. Una vez dentro, las calles son laberintos,
imposibles de descifrar la primera vez.
Hay varios lugares de
ladrillos y cemento ¿o creían que no? Dos casas privadas, el departamento de
policía y el camping. ¡Y la Guille! La proveeduría de la tana, en la que
encontrás lo que pidas. Comida, ropa, duchas y hasta tablas de sandboard.
Es una lucha encontrar
el lugar perfecto para acampar. ¿Dónde poner la carpa en kilómetros de monte?
Cerca del camping, para ir a buscar agua. En realidad, es para colarte y no
pagar las duchas.
A doscientos metros,
caminando bajo el sol fuerte e incesante, pasando a la Guille, pasando la Olla,
¡al fin la playa! Única playa de la costa en la que podés jugar al tejo, sin
pegarle a las señoras que toman sol.
Y si te quedan energías
en la noche, hay un pub. Pequeño, con buena música y la gente de siempre. Pero,
si entre tanta naturaleza no querés encerrarte, está la Olla, mencionada
anteriormente. Es el lugar entre médanos, donde no corre el viento. El sector
elegido por los jóvenes para realizar los fogones, cantar y bailar hasta la
madrugada. Después, todos juntos emprenden el camino hacia la playa, para ver
el amanecer.
La gente sigue
eligiendo los lugares turísticos para vacacionar. Durante todo el año,
manifiestan su enojo por el encierro y la muchedumbre. Pero al llegar el
verano, su destino posee las mismas características.
Todavía quedan algunos
locos, que se escapan del turismo y el ruido. Prefieren encontrarse con la
naturaleza y respirar aire puro. Playa, bosque y fogones. Un lugar escondido
entre ciudades ruidosas, que permite desconectarse del mundo por algunos días.
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